Aprendiz y sumisa

Tras varios años ejerciendo de amo e instructor de sumisas, hace unos días y aprovechando la época estival, se ha presentado ante mí la oportunidad de crecer algo más en este juego. Poder compartir momentos y placer con mi sumisa predilecta y con mi aprendiz. De forma simultánea, ellas y yo.

Nuestra relación solo se basa en este tipo de dinámicas. Ellas cubren su necesidad de sentirse dominadas y protegidas por alguien que comprende el juego y que no busca nada más. Ni relación, ni excusas para disfrutar de sus carnes. Yo por el mismo acuerdo, obtengo satisfacción en otros planos más allá del sexual.

Os las presentaré previamente para que podáis deleitaros con esta narración y los detalles más personales.

La primera de ellas es Marina. Una mujer joven (31 años) que tras muchas vueltas y experiencias, conoció el mundo de la dominación y la sumisión. Para los más letrados, hablamos de un perfil switch. (versátil). Participa de los juegos tanto de dómina/ama como de sumisa. Nuestro juego comenzó por casualidad, ahora la ayudo con su parte dominante. Físicamente tiene curvas generosas sin llegar a ser excesivas. Una mirada esmeralda que se suele esconder entre tirabuzones y bucles castaños que atraen la atención. Y lo mejor para mi, una mente morbosa que se torna caprichosa cuando entra en modo dominación.

La segunda es Ángela. Un nombre muy acertado pues es una chica joven (20 años) de aspecto angelical. Piel tersa y tono de piel claro inmaculado. Un cuerpo menudo en términos generales, muy bien proporcionado en los detalles. Bajita, delgada y curvas sinuosas de mujer. Sus ganas por experimentar la llevó hasta un foro de Internet. Conversaciones por varias vías y el azar de compartir provincia, fue todo lo que necesitamos para comenzar a jugar. Los términos más privados no son necesarios revelarlos.

Hechas las presentaciones pertinentes, os diré que todo esto comienza con una habitación ambientada para tal ocasión. Un espacio para “nuestra” diversión a media luz. Ángela está vestida esperando recibir órdenes y Marina expectante desde una distancia prudencial.

Comienzo dándole a mamar. Ángela arrodillada no duda y comienza su tarea. Con timidez, primero pasa su lengua por mi polla. A medida que aumenta la erección, va acompañando con sus manos para pasar a tragar. En ningún momento llega a nada exagerado como pudiera verse en cualquier vídeo de los circulan por la red.

Marina más pronto que tarde, me hace señas para que se desnude. Se lo transmito a Ángela, que se queda en braguitas y sujetador. Pero ahora pasa a darme placer oral subida en una silla. Puesta en pompa hacia Marina. Como aprendiz de dómina, aun no controla sus instintos y se deja llevar por lo que ve. Sin pensar, le da varios cachetes en el culo. Yo la miro y la digo que no. Marina me pide perdón y se queda algo avergonzada en un segundo plano. Ángela en toda esta acción no se distrae de su cometido. Por ello decido darle un pequeño premio.

La pongo de pie cerca de la luz para que las sombras se proyecten sobre su piel y realcen las sutiles curvas de su cuerpo. A lo que le pregunto a Marina que parte del cuerpo de Ángela le gusta más. Con cierta duda, responde que los pechos. Yo le bajo el sujetador a Ángela y con mimo y cariño se los acaricio. Miro a Marina y paso mi lengua por la cercanía de los pezones de Ángela. Aun con poca luz, puedo notar en la expresión corporal de Marina que le recorcome el deseo y la envidia. Está muy inquieta y sus ojos verdes casi que brillan en la penumbra.

Con mis dientes pellizco uno de los pezones de Ángela para que gima. Marina se desespera y se acerca. La paro con una mano y le explico lo importante de la lección de saber controlar sus impulsos más básicos para disfrutar. Como castigo de aprendiz, tendrá que darle placer a Ángela. Por lo que ambas se tumban en la cama y Marina comienza a manosear y masajear a Ángela. (Es algo que sabe hacer muy bien puesto que profesionalmente participa del sector del bienestar y belleza.) Yo me dedico a observar su placer carnal y deleitarme con la belleza visual del momento.

Pasado un tiempo prudencial vuelvo a coger el timón de ese barco. Es momento de que Marina vuelva a ser espectadora. Ángela está muy excitada y entregada. Ocasión para dar la vuelta a la moneda. Un pequeño plug es el inicio del juego. Entra y sale de su cuerpo con total facilidad. Su cavidad vaginal está en su punto óptimo, por lo que paso a jugar con su otro agujero. Un pequeño sobresalto y gemido indican que ha entrado. Sopla y pide perdón. Con un punto de complicidad le doy una palmada en una nalga y lo agradece con una mejor y mayor relajación. Ahora ya se deja llevar y su cuerpo no se sorprende de la entrada y salida repetida del plug.

Marina viendo con atención no pierde detalle. Aunque sigue mandando más su pasión que su razón. Un dildo tipo bala es el siguiente en entrar en acción. Perdón, entrar en el cuerpo de Ángela. En su vagina. Con la vibración el placer se incrementa y aunque Ángela es una buena sumisa, por segundos se deja llevar por esa vibración. Ella no lo sabe, pero el juego de entrar y salir, está siendo combinado con la misma acción de la boca de Marina. Que se relame cada vez que sale de Ángela y entra en su boca.

Marina se ha traído un strapon para usar con Ángela, pero no se lo voy a poner tan fácil. Mi condición es que solo lo puede usar con la vagina de Ángela siempre y cuando, ella (Marina) tenga el dildo inalámbrico en su ano. Le cuesta tomar la decisión, pero cada vez que contempla a Ángela dispuesta a 4 patas, resopla y resopla. Me mira, mira su strapon y mira el culo y vulva de Ángela. Se la ofrezco, la invito a tocarla, lamerla y chuparla. En su cabeza las dudas se solapan una sobre otra. Se le atropellan los pensamientos. Esa incertidumbre, titubeo, tensión psicológica es lo que más me puede. Es mi particular momento de placer, casi orgásmico.

Finalmente sucumbe al placer. Con la app de control del dildo inalámbrico dirijo las sensaciones y placer de ambas. Una lleva a la otra. Con máxima intensidad, Marina no se sabe concentrar. Ángela sin saber exactamente de qué va, se centra en disfrutar el ahora, porque no sabe cuando cesará.

La visión de ambas es bellísima, hasta las pequeñas gotas de sudor que brillan a contraluz parecen ser perlas en sus cuerpos. No dejo de moverme a su alrededor para no perderme ni un ángulo ni detalle de todo. Desde una erección de pezón hasta seguir el rastro de un escalofrío por una piel que se eriza. Todo ello generado desde mi mano, con una app. ¿No es maravilloso? A mi me lo parece.

Todo continuó en una vorágine de sensaciones y orgasmos múltiples. Ángela sumisa sometiéndose a las perversiones carnales de Marina la aprendiz,  mientras Marina alimentaba mis oscuros deseos materializándolos. A la vez que yo me sumergía en la espiral de excitación y satisfacción que supone el vicio y la depravación de lo que hacemos para el resto de la sociedad.

Tengo la sensación de haber vivido un extraño síndrome de stendhal ese día.

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