Historias del confinamiento

Esto del covid y estar encerrada sin salir para absolutamente nada más de 50 días me ha tenido fatal. Pero lo que peor he llevado ha sido tanto tiempo sin follar.

Al principio tira que va, luego empecé a masturbarme. Primero me tocaba un poco el clítoris me corría en 5 minutos y tan feliz. Después empecé a necesitar sentirme penetrada y me fui metiendo dedos, pero no era lo mismo. Pasé a mangos de cepillos y brochas de maquillaje. Mi cuerpo necesitaba más, una buena polla que me diera placer.

En esas, caí en hablar con un ex. Lógicamente en cuanto le dije dos chorradas un poco más calientes de lo normal, terminamos intercambiando algún nude y audios hablando de cerdadas. Pero en ningún caso era lo mismo que follar en condiciones. A mi cuerpo no se le puede engañar así.

Aburrida viendo Instagram, me apareció un amigo del instituto. Hablamos muy poco pero algo mantenemos el contacto. Le comenté una foto y rápidamente me respondió. Entonces le hablé por privado. Nos pusimos un poco al día y pronto empezamos a hablar del encierro y el tema sexo. Al día siguiente volvimos a charlar por privado por una story que puso sin camiseta y que yo le respondí poniendo una en bikini. Hablando y hablando volvimos al tema sexual y las fantasias.

Creo que fueron más las hormonas que nosotros las que hablaron. Entre bromas surgió el hacernos un apaño mutuamente. Casualidades de la vida, vivimos en la misma urbanización pero distintos portales. Estuvimos pensando cómo y dónde, sin salir de casa y todo tan vigilado enseguida se nos vería. A la segunda o tercera idea nos llegó la inspiración. Quedamos en la oscuridad de la noche para encontrarnos y follar.

Con toda la gente dormida en casa, me vestí y salí muy sigilosa de casa sin hacer nada de ruido. Según me preparaba, me iba dando un subidón de adrenalina. En el momento de salir de casa, bajar e ir hasta el otro portal, cada paso disparaba mis pulsaciones.

Le escribí por Whatsapp cuando ya estaba allí. A los pocos segundos él apareció como una sombra por la escalera iluminando con el móvil. Nos saludamos entre risas susurrando muy bajito. En ese silencio sepulcral de la noche, hasta respirar parece que fuera un ruido que pudiera alertar a los vecinos. Realmente estábamos algo cortados los dos. Él me dió la mano y me dijo que mejor volver a la escalera entre plantas, por si acaso. En el bajo pasa todo el mundo. Así que subimos hasta la primera planta y nos quedamos en el descansillo entre el primero y el segundo piso.

Por unos instantes nos quedamos los dos a oscuras, en silencio sin saber bien qué decir ni hacer. Hasta que el silencio se rompió con un:

– ¿Me la comes, no?

– Claro, claro.

Me agaché para comérsela y él se la sacó por encima del pantalón. La tenía muerta y aproveché para metérmela entera en la boca hasta los huevos. El me quiso sujetar la cabeza pero no le dejé. Preferí ir a mi ritmo y manera. En dos segundos se le empezó a poner dura en mi boca. A medida que crecía fui sacándola de mi boca hasta que terminé teniendo solo la puntita en mi boca mientras le pajeaba a mano. Según paré para coger aire, sonó super fuerte el típico ruido de vacío.

Ese ruido resonó por toda la escalera y enseguida me silenció diciéndome que no hiciera ruidos que se escuchaba mucho. Le pedí perdón y volví a lamerle la polla. Desde abajo hasta la puntita. Y luego con mi lengua le daba vueltas a su puntita. Hasta sujetarla con los dientes y jugar a ser una chica muy mala.

Él después me dijo que me sentara en uno de los escalones, que me comía el coño. Yo le contesté que no hacía falta.

Me baje los pantalones a las rodillas junto con las braguitas y como un pingüino me apoyé en los escalones. De pie pero con las manos puestas en el tercer o cuarto escalón. Él se puso detrás mío y con torpeza manoseo mi raja. Le costó un poco dar con el agujero en cuestión. Menos mal que no le tuve que recordar que me escupiera en el coño y en su polla. Cuando noté sus dedos entre mis labios ya estaban mojados. Al igual que su polla, que entró instantes después.

Apoyado en la barandilla y en mi, me fue metiendo la polla despacio. No sé si era por la necesidad que tenía de sentir así, pero me pareció la mejor sensación del mundo. Una polla durísima y caliente penetrándome. Ambos intentábamos no hacer ruido. Sin embargo era inevitable que se nos escaparan suspiros de placer. Tanto a mí como a él.

Cuando la metió completa le pedí que esperase. Que me la dejara dentro un poquito. Moví mis caderas en círculos y fue mucho más placentero que otras veces. Creo que para él también por cómo respiraba y se agarraba a mi cuerpo.

En mitad de esa sensación escuchamos un ruido de maquinaria que nos sobresaltó. Inconscientemente di un brinco y me giré para ponerme medio de lado en el escalón. Le  miré nerviosa y muy inquieta. Él me hizo gestos de que no hiciera ruido y de que estuviera tranquila que solo era el ascensor. Efectivamente, segundos más tarde sonó unos pasos y una puerta.

Ese momento no fue más que un recordatorio de donde estábamos y del riesgo real de que nos pudieran pillar en mitad del polvo. Realmente me excitó más de lo que parecía. Algo que no me esperaba porque ya he tenido sexo en sitios mucho menos discretos.

Tras el pequeño susto, él se sentó en los peldaños y se reclinó como si estuviera tumbado en un jacuzzi. Yo me acerqué, le di un pico y fui deslizándome hasta encontrarme con su polla erecta. Le hice una breve mamada y me intenté subir encima para cabalgar.

Él me ayudó y me sujetaba mientras yo encontraba la postura para darle sentones y cabalgar. Era verdaderamente difícil hacerlo y que no sonará el golpe de mis nalgas contra sus piernas. Cada golpe que se escuchaba veía en su cara que se ponía malísimo. No precisamente por placer, que también, sino por miedo a ser escuchados y descubiertos. Lo cierto es que sujetándome, no podía hacer ninguna otra cosa. Aunque intentó varias veces sobarme el culo y las tetas. Así que me dijo que me pusiera al revés. Que me sentara encima suya.

Probamos y esa postura era perfecta. Yo no podía poner las rodillas más abiertas para que me entrara su polla. Literalmente estaba sentada sobre él. No sé cómo lo hacía pero sentía su polla moverse por dentro mía. Incluso tendiendo mi culo completamente apoyado en su abdomen. A veces, por placer, me reclinaba sobre él y él me comía el cuello. Ahora estábamos en la posición perfecta. Yo me estaba conteniendo para no hacer ruidos pero algo sonaba. Lo mismo que él, que si que se controlaba más.

El ruido de una puerta y un resplandor cegador nos sorprendió en plan faena cerca de mi orgasmo y su corrida. Él estuvo muy ágil y me tapó con una mano la boca a la vez que con la otra me abrazó por la cintura. «No te muevas nada es un vecino del primero.» El corazón se me salía por la boca. Estaba rozando el ataque de nervios. Él mantuvo la sangre fría. Mientras escuchábamos el ruido de cerrar la puerta con llave y como venía el ascensor.

Yo estaba muy tensa, tanto que sin darme cuenta estaba apretando las piernas para cerrarme. Yo no fui muy consciente, pero parece ser que le estaba estrangulando la polla.  Cuando oímos que se alejaba el ascensor respiramos aliviados los dos. Y él entre susurros me dijo sigue así y me corro. Bajó su mano de mi vientre al clítoris. Lástima que no era su mejor destreza. Así que me empecé a masturbar yo y él apartó su mano sin rechistar.

Apenas un minuto después noté como le iba a venir la corrida, él me avisó que se corría y todo su semen ocupó mi interior. Esa sensación de calor tan característica y de los impulsos de la corrida como si fueran palpitaciones. Obviamente no puedo evitar hacer algo de ruido, pero era tan excitante ese momento que le pedí que aguantara sin sacarla que me corría yo. Me di con más intensidad en el clítoris y mi orgasmo hizo presencia. Orgasmo del año después de tanto tiempo sin follar. Cuando él ya estaba agotado y recuperándose fue mi momento. Breve pero intenso. Liberé toda la tensión, los nervios del momento y el agobio y ansia del confinamiento.

Antes de levantarme y todavía ligeramente agotado, me dijo:

– Espera, no te levantes aún. Ahora cuando lo hagas, apóyate en la pared de enfrente y abre las piernas. Que te como el coño y te limpio mi corrida.

– No hace falta. Respondí yo.

– Es que me flipa comer coños lefados, verás que no te arrepientes.

Como era recibir placer no me importó. Conté en voz baja 1, 2 y 3 y me puse contra la pared como me dijo. Él vino detrás mío y su boca hizo ventosa en mi coño. Sentí sus labios y su lengua por mis labios pasando y sorbiendo. Después de haber tenido 2 orgasmos ahora me estaba encaminando hacia otro. Era una de las sensaciones más agradables que he tenido.

Nunca me habian comido el coño en esta posición, de pie y desde atrás. Su lengua era ágil y fantástica tanto por fuera como cuando intentaba entrar por dentro. Por los alrededores y por el centro. Tanto es, que le dejé hacer todo lo que quiso. Me entregaba a él. Fueron unos minutos de placer muy intenso. Ya nos importó poco el ruido que pudiéramos estar haciendo. Era mejor el disfrute. Así volví a tener un orgasmo que entre gemidos y temblor de piernas toqué el cielo. Él no dejó de chupar, lamer y relamerme. Ojalá no haber rechazado al principio su ofrecimiento. Agotados ambos, dimos por terminado el encuentro y el sexo. Él subió a su casa y yo volví a escondidas a la mía. Ojalá termine pronto esto y poder follar en condiciones.

 

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