El resplandor de overlook (Halloween)

La siguiente historia ocurre durante el terrorífico y maligno 2020. En otoño para ser exactos. Narra la leyenda del resplandor de overlook. Una historia donde una joven y prometedora escritora, decide aislarse del mundo para encontrar su inspiración interior. Su intención es pasar unos días o quizás semanas de desconexión apartada de todo en plena naturaleza.

La casa rural que ha alquilado está en pleno paraje natural de la península ibérica, al interior. La foto que había visto por Internet era algo mejor que el aspecto real que muestra la casa rural. Una construcción de estilo caserío. Visualmente tiene un aspecto descuidado, paredes de piedra con solera que parecen estar luchando por no ser engullidas por la naturaleza. Y como entrada, un porche de madera vieja que cruje al pisar.

Sin nadie para recibirla, ella hace su check in desde su teléfono como en cualquier otro alojamiento. Explora la casa para conocerla, ya que va a pasar una temporada ahí.

Sin ser muy grande tiene varias habitaciones. Todo decorado estilo rústico y provenzal. Un escalofriante e inquietante viaje al pasado conjugado con microondas en la cocina, roomba para limpiar y smartTV en el salón. Todo el interior es piedra y madera. Estilo natural y campestre. Sin faltar los clásicos cuernos de ciervo y corzo en las paredes. La mezcla con la modernidad continua con detalles como el baño, que junto a una generosa ventana a la montaña, hay una bañera de hidromasaje.

Tan apetecible es el hidromasaje con esas vistas que no duda en probar. Se desnuda e introduce su cuerpo en el agua tibia. No tarda en activar el hidromasaje. Sin premeditación, una mezcla de chorro y burbujas tontean con su entrepierna. Se deja llevar por el placer y relax para darse un buen homenaje para todos los sentidos.

Tras ese baño, desnuda y dejando pisadas húmedas en el suelo, se acerca a lo que será su mesa de trabajo y se pone a escribir unas líneas que le surgen improvisadas. Para los personajes se inspira en los cuadros que hay alrededor.

Pasan los días y cada vez se va encontrando más agusto en la casa. Como es muy despistada, pronto comienza a expandir su caos por cada rincón. Un día trabajando en su proyecto, le extraña la estantería que tiene enfrente. Pero es tan despistada que no le da más importancia.

Los días avanzan y su novela erótica también lo hace en la misma proporción que el desorden de las habitaciones. Tanto es así, que un día mientras está con el lápiz y papel, bolígrafo en realidad, según se lo apoya en la boca para chupar, le sabe a flujo vaginal. Duda unos segundos, pero no puede ser. Ella no lo usa para darse placer.

En esos momentos de perder la vista en el infinito a la espera de inspiración, se vuelve a fijar en uno de los cuadros. La llama la atención porque no lo recuerda así. Era un hombre y no una mujer. Convencida busca entre sus apuntes para comprobarlo. Efectivamente por sus notas para inspirarse, ahí debía haber un hombre y no una mujer. Su sorpresa es cuando vuelve a mirar, y la figura del hombre vuelve a estar presente.

Se levanta para fijarse más y según se acerca se desdibuja esa masculinidad. Sin entender nada mira el dibujo de la mujer y pasa como si fuera una caricia, su mano por el lienzo. “No calientes lo que no te vayas a comer” resuena en su cabeza. Sobresaltada mira a su alrededor y pregunta si hay alguien más ahí. Recibe silencio por respuesta, sin embargo, en cuanto vuelve a tocar el cuadro, la voz vuelve a aparecer. “Estoy en tu mente. Soy Victoria, la chica del cuadro que has despertado” La joven escritora no da crédito pero continúa la conversación. Frotando los cuadros puede hablar en pensamientos con los personajes de su novela. Cada contacto y conversación va a más.

Primero es curiosidad, que se va tornando en inspiración para escribir, hasta que llega a perversión. Aunque están en cuadros, la parte de carácter y personalidad no dejan de ser personajes de su creación. Sus fantasías, deseos y anhelos humanizados por su imaginación. Lo que hace que rápidamente todo tenga un tono sexual. Ya no solo conversación, también hechos. Victoria la domina como quiere. Convierte a la escritora en una sumisa obediente y dócil que recibe castigos por placer. Alfredo es un terrorista emocional. Juega con sus sentimientos de forma tóxica para no perder la posibilidad de satisfacer su masculinidad. Al contrario que Antonio, que la ama y la cuida otorgándole un amor verdadero. Sara es la tentación, la lujuria, el riesgo de no pensar en las consecuencias.

Cada cual refleja y encarna algún trauma o conflicto interior de la escritora. Con este plantel de personajes y personalidades es fácil imaginarse que esa casa se convirtió rápidamente en un templo del placer. La escritora pasaba más tiempo con ellos que en el mundo real. Relaciones sexuales de todas las orientaciones y tipos, polígamas, monógamas, heteros, homosexuales, no existia límite ni tabú ni nadie que lo juzgara. El tiempo pasó a ser irrelevante, ni horas ni minutos ni días… Así fue creciendo la espiral en la que se había convertido ese modo de vida hasta que llegaron nuevos visitantes a la casa rural.

Una casa rural ideal para parejas o personas que quieran dar rienda suelta a su pasión en la cual ahora hay un cuadro más en la pared y un bolígrafo con unos folios manuscritos que nadie se atreve a tirar ni leer.

 

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